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Inspiradora imatge que evoca el personatge del relat. Imatge: Linkmesh
Avui compartim amb vosaltres el relat “El guerrero bondadoso“, de JBJ, 1r premi del Certàmen Literari de Sant Jordi 2013 del CREI El Pedrenyal de la Fundació Resilis.
El guerrero bondadoso
En un pequeño pueblo llamado Cauce Boscoso, cada mes ejecutaban a todos los prisioneros, mediante la decapitación. Precisamente era el primer día del mes y había cinco prisioneros a los que ejecutar, cuatro de ellos eran ciudadanos que habían sido condenados por el rey, que era un tirano.
Si alguien hacia algo que le resultara molesto, ordenaba que ese alguien fuese ejecutado. El quinto preso, era un guerrero del pueblo que había perdido las ganas de seguir peleando, estaba cansado de ver gente morir sin sentido.
El rey, al enterarse de su falta de ganas de luchar por el pueblo, ordenó que fuera encarcelado y más tarde ejecutado, por eso estaba hoy allí apunto de ser ejecutado.
Se llamaba Arengir y era un guerrero nórdico. Uno de sus antiguos compañeros de guerra y amigo a la vez, Ernest, había reunido a un pequeño grupo de soldados, con el objetivo de rescatarlo, pero ya casi era la hora y no habían comenzado a actuar. La ejecución dio comienzo, el verdugo hizo pasar a los presos de uno en uno hasta que solo quedaron dos presos.
Era el turno de Arengir, el verdugo le hizo pasar, pero este no se movió pensando que Ernest aparecería en el último momento. Entonces, uno de los soldados se acercó y le dijo a la oreja en un tono muy suave: lo siento, nos han descubierto, han cogido a Ernest. A continuación, se disculpó y lo empujó hacia el pedestal, para que no sospecharan nada.
Arengir asintió con la cabeza y aceptó que había llegado su hora. Colocó la cabeza sobre el pedestal, cerró los ojos y pensó en su familia, que perdió durante la guerra. El verdugo alzó su hacha… Pero justo un instante antes de que la dejara caer sobre el cuello de Arengir, se escuchó un tremendo rugido. De repente, la gente comenzó a correr y a gritar desesperada.
Era un dragón. Del cielo caían bolas de fuego. Las llamaradas incendiaron las casas. Todos los soldados se fueron de inmediato a repeler los mortíferos ataques del dragón, pero era demasiado fuerte.
Vista la situación, los dos prisioneros que quedaban, aprovecharon la ocasión para huir juntos. Se dirigieron al punto de encuentro que Arengir había acordado con Ernest. Confiaba plenamente en él y no se pedía creer que le hubieran capturado.
Al llegar al lugar, lo encontró encadenado a un enorme pieza de hierro, lleno de golpes y moribundo.
Ernest le preguntó:
-¿Arengir eres tú?
-Si soy yo.-contestó el moribundo.
-Dime como puedo desatarte, rápido, aquí corremos peligro.
Ernest no sabía donde estaban las llaves que abrían sus cadenas, pero le dijo a Arengir y al otro preso donde podían encontrar armas para defenderse en caso de que fuera necesario. Arengir fue a buscar las armas y encontró una vieja espada oxidada y un escudo de madera resquebrajado. El otro preso cogió el resto, que era solamente un arco y algunas flechas. Arengir no pensaba dejar a Ernest y volvió a buscarlo, pero cuando llegó allí Ernest estaba a las puertas de la muerte. El dragón le había quemado por completo con una llamarada. Con su último aliento, Ernest le dijo a Arengir que debía ir a Carrera Blanca y pedir ayuda a su rey, porque era la única manera de acabar con el dragón.
Acto seguido, los ojos de Ernest se cerraron y su corazón dejo de latir. Los dos prisioneros huyeron por las mazmorras. Había una salida secreta que nadie conocía, solamente el rey de Cauce Boscoso y su guardia personal. Como Arengir había sido de la guardia personal del rey, también la conocía y aprovechó para salir sin ser visto, junto a su compañero, con el que apenas había hablado en todo el rato.
–¿Cómo te llamas? -preguntó Arengir.
-William. -respondió el otro prisionero.-
-Tú no hace falta que te presentes, todo el mundo te conoce, eres Arengir, el mejor guerrero de Cauce boscoso. -añadió William.
Arengir sonrió. Y cada uno siguió su camino por separado. El camino a Carrera Blanca era de un día, pero la excelente forma física de Arengir le permitió llegar en la mitad de tiempo: doce horas.
Se presentó ante el rey y le explicó todo lo que había sucedido. El rey reunió a un grupo formado por los soldados mas experimentados de la ciudad y les ordenó que fueran con Arengir a Cauce Boscoso y acabaran con ese dragón. También le dio a Arengir una fuerte armadura, unas resistentes botas y un fuerte escudo.
Arengir se decidió a partir, pero antes el rey le pregunto:
-¿Qué piensas hacer cuando estés frente al dragón?
-Acabar con él -respondió Arengir.
Y entonces el rey se burló de su respuesta y le dijo:
– ¿Con esa espada oxidada crees que podrás si quiera hacerle cosquillas?, Toma esta espada de acero. Con ella maté a un dragón cuando era joven.
Así al menos tendrás alguna posibilidad.
Arengir aceptó la espada pero no tiró la espada oxidada que él tenía, ya que era el único recuerdo que tenia de Ernest y le había ayudado a huir del dragón.
Le dio las gracias al rey por todo lo que había hecho por él y junto al grupo de soldados que el rey había reunido, partió a Cauce Boscoso en busca del dragón. Cuando llegaron allí, todo estaba destrozado, era evidente que había sido obra de un dragón, ya que todo estaba lleno de cenizas. Los soldados que iban con Arengir estaban atemorizados, le dijeron que estaba loco, que ahí no había ningún dragón. Era una excusa para irse y no jugarse la vida.
Se fueron y dejaron solo a Arengir, pero éste siguió investigando y fue en busca de supervivientes. Entre los escombros encontró a un soldado escondido, estaba temblando.
Arengir le pregunto:
-¿Dónde ha ido el dragón?
El soldado respondió que se encontraba en la pequeña montaña detrás del castillo del rey. Arengir se dirigió hacia la cima. Cuando llegó allí, encontró al dragón estirado en el suelo. Estaba dormido. Arengir se fue acercando poco a poco al dragón y se situó frente a él. La fuerte respiración del dragón hacia retroceder a Arengir. Éste se situó al lado del dragón, apuntó hacia el corazón y le clavó la espada con todas sus fuerzas. El dragón se levantó y empezó a tirar fuego hacia todas las direcciones, Arengir se cubrió con el escudo. Había fallado la espada. Pesaba demasiado y su ataque se desvió y no acertó al corazón. El dragón aún no había divisado a Arengir. Seguía como loco tirando fuego en todas direcciones.
Arengir aprovechó la situación y fue a atacarle por la espalda. Cortó la larga cola del dragón y este se giró y con sus fuertes patas delanteras golpeó a Arengir y éste quedó estirado en el suelo. Había perdido su espada y su escudo. El dragón lo tenía acorralado. No podía huir por ningún sitio. Arengir pensaba que no podía hacer nada, pero a dos metros estaba la espada oxidada que se había guardado. Se le había caído cuando el dragón le golpeó. Arengir sabía que si se movía, el dragón atacaría, pero también sabía que si no intentaba coger la espada, moriría igualmente.
Era un hombre valiente y decidió jugársela. Fue a por la espada, el dragón se abalanzó sobre él, pero una flecha alcanzó su ojo y retrocedió.
Arengir cogió la espada oxidada y esta vez si la clavó en el corazón del dragón. Éste se tambaleó y cayó al suelo. Estaba muerto, al fin.
Arengir se preguntaba quien le había salvado…
De entre los arbustos salió William, el prisionero al que ayudó a huir en el pasado.
William le dijo a Arengir:
-Te lo debía.
Los dos juntos volvieron a Cauce Boscoso y allí estaban todos los niños y mujeres que se habían escondido en la fortaleza del pueblo. El rey había huido, jamás volvió y nombraron a Arengir rey de Cauce Boscoso. Éste cambió las leyes de Cauce Boscoso y a partir de ese día fue un pueblo noble y bondadoso.
A menudo, Arengir visitaba la cima de la montaña dónde mató el dragón. Desde aquel día, en toda la superficie de la cima de la montaña que fue mojada por la sangre que derramó el dragón, crecieron rosas preciosas, inmortales, que mucho tiempo después dieron origen a una conocida leyenda…